Un año por Liliana Martínez A.

De algo estoy segura y es que desde hace un año hay más fiesta en el cielo, porque Dios se llevó al músico que le hacía falta para lograrlo. Así nos lo dijo mi papi varias veces antes de morir y esa convicción me sigue llenando del mismo gozo y de la misma alegría que sentía cuando recibía sus “pecheches” y su consentidera.

Y es lo mismo que hoy me embarga, al saber que hay tantas personas a quienes él impactó con su sabiduría, su buen humor, su jovialidad, su carisma y su música; como a ustedes -a quienes agradezco desde aquí por su presencia, compañía y solidaridad con los que fuimos su “amor” y sus “ratoncitos”; o sea, con mi mami, con mis hermanas, con nuestros hijos y conmigo.

Por eso, la mejor manera de recordarlo es haciendo realidad el legado que nos dejó: seguir sus buenos consejos, apropiarnos de los principios que nos inculcó, escuchar y divulgar su música; pero ante todo, disfrutar y deleitarnos con cada momento que vivimos, porque hay algo que se quedará clavado en el corazón de cada uno de quienes rodeamos a mi papi y es esa visión de una vida pegada a “mi Diosito” como él llamaba a nuestro Padre Celestial; del que nos insistía que “todo lo hizo perfecto”.

Y precisamente hoy, parafraseando los versículos 13 al 15 del Salmo 34, recuerdo palabras que “mi pito” (como yo le decía) contínuamente repetía al referirse al tema y sobre las que le pido que reflexionen: Nada de hablar mentira ni engaño; apartémonos del mal y hagamos el bien. Busquemos la paz y vivamos la rectitud, porque así seremos más justos y mi Diosito estará atento para cuidarnos y para escuchar nuestras oraciones.

Un abrazo grande para todos, desde Guatemala.

Dios los bendiga.

LILIANA